Noy existe ninguna prueba real, tangible que pruebe que hay vida extraterrestre. La gran mayoria de los cristianos siempre hemos dicho que esto de Platillos Voladores es una artimaña Satanica para poder decirle al mundo que fueron los extraterrestre quienes se llevaron a los cristianos, cuando Jesus venga y se lleve a su iglesia. Este reporte a continuacion ofrece informacion muy valiosa sobre el porque de la existencia de algunos de estos objectos voladores no identificados.
(Juan Antonio Sanz/EFE).- Sudamérica se convirtió, en la II Guerra
Mundial, en un campo de experimentación tecnológica de los nazis, con
colonias en Argentina, Chile o Brasil donde desarrollaron armas secretas
increíblemente avanzadas que podrían haber cambiado el curso de la
contienda y de la historia.
Tales tecnologías incluían motores capaces de vencer la gravedad
aplicados a naves de forma circular, fuentes de energía desconocidas por
los aliados con la meta de viajar a la Luna e investigaciones nucleares
que apuntaban a un inminente desarrollo de una bomba atómica que el fin
de la guerra, en 1945, frustró.
Esta es la tesis del autor español Felipe Botaya, quien acaba de
completar su tetralogía sobre tecnología secreta nazi con el libro
"Kolonie Waldner 555" (Nowtilus), en el que expone el papel de esos
asentamientos alemanes en Sudamérica, amparados por las autoridades
locales y algunos de los cuales pudieron sobrevivir a la guerra.
Según Botaya, los laboratorios que las SS tenían en la frontera de
Brasil con Argentina y Paraguay, en la Patagonia argentina o en los
Andes chilenos formaron parte de un plan maestro cuyo epicentro estaba
en una mina cercana a la aldea de Ludwigsdorf, junto a la frontera
checa, entre los Sudetes y la Baja Silesia.
Este artilugio, de cuya existencia hay muchos testimonios pero cuyo
rastro se desvaneció al finalizar la guerra, consistía en una estructura
de tres metros de diámetro y cuatro de altura con forma de campana, en
la que giraban dos cilindros con un elemento similar al mercurio, el
xerum 525, muy radiactivo.
La tecnología de "Die Glocke" provocaría, refiere Botaya, una fuerza
antigravitatoria que, aplicada a la aeronáutica, permitiría alcanzar
velocidades sin parangón.
Este invento y la supervivencia de bases nazis explicaría fenómenos como
el de los ovnis o la extraña y masiva expedición militar lanzada por
Estados Unidos sobre la Antártida dos años después de finalizada la
guerra.
"No tengo ninguna duda de que el fenómeno ovni tiene un origen
terrestre. Otra cosa es que nos lo hayan vendido como 'marciano'",
afirma Botaya, también autor de "Antártida 1947", "Operación Hagen" y
"Kronos".
El escritor relata que, "hasta los años cincuenta, pudo existir un
centro de poder nazi en el mundo posiblemente en la Antártida o
Groenlandia. Estas bases fueron abandonadas y se recuperaron las que los
alemanes tenían en Sudamérica", donde había una gran infraestructura
desde antes de la contienda.
Ya en 1941, hubo un informe de la inteligencia estadounidense que
advertía sobre la amplia presencia de fuerzas alemanas en América del
Sur, lo que llevó, dice Botaya, a crear las bases de EEUU en Brasil,
"para contrarrestar esa amenaza, que sobrevivió al conflicto".
EEUU "siempre supo lo que pasaba y lo manipuló con la histeria ovni.
Intentaron incluso fabricar sus propios platillos volantes, pero no
llegaron al nivel de los alemanes. Eran motores de combustión interna
frente a los basados en la antigravedad", subraya.
El cerebro de la ofensiva tecnológica nazi, el general de las SS Hans
Kammler (desaparecido misteriosamente en abril de 1945) "dio tal
acelerón a las investigaciones tras el atentado contra Hitler de julio
de 1944, que es difícil imaginar lo que habría ocurrido si tal impulso
se hubiera producido en 1939; la historia ahora sería distinta".
En su libro, Botaya novela la eventualidad de que estas fuerzas nazis,
"que tras la guerra se ocultaron en poderosas corporaciones
multinacionales", hubieran alcanzado la Luna ya en 1945 desde Colonia
Dignidad, en Chile.
Tal idea, según el autor, alimenta las dudas sobre la misión del Apolo
XI y el que, estando el satélite tan cerca de la Tierra, americanos y
rusos interrumpieran hace casi cuatro décadas la exploración lunar.
"¿Para qué construir una estación espacial internacional, desplegando
una ingeniería colosal en el espacio, cuando puedes ocupar una base
natural como es la propia Luna, a la que se tarda en llegar apenas tres
días? Quizá porque alguien ya lo hizo antes", concluye. EFE
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